martes, 14 de julio de 2015

Papá era un yonqui de Danell Maya. cuento


"Papá era un yonqui" de Danell Maya. cuento. D. R. México

Sólo recuerdo dos momentos nítidos de mi infancia con mis padres, el primero: cuando vivían juntos. Ese día, me encontraba en la cama de ellos comiendo pastel que mamá había horneado, en frente había un ropero rosado de un pálido mortuorio con un patético estampado de osos azul cielo. El plato de loza blanca que sostenían mis pequeñas manos se humedecía junto con el pan con mis lágrimas, la impotencia me la tragaba con un sabor vainilla amarga. El piso era de un rojo desgastado y estaba frío, la luz amarillenta de una lámpara con excremento de una mosca alumbraba aquella escena casera de los años setenta. Aun oigo los gritos de mamá cuando papá la golpeaba con rudeza. image001El otro momento que conservo cuando mamá caminaba por las calles del centro, llevándome con paso acelerado por está. La ciudad contenía un tiempo marcado por la prisa. Entramos a un pasillo de un edificio cualquiera, supongo que era el de un bufete de abogados para seguir con el primer paso del divorcio, yo soló entendía que la vida de mamá se había vuelto infernal, casi sin salida, porque ella lloraba constantemente. Ese día en particular recuerdo su rostro blanco y perfecto por el cual las gotas saladas escapaban de sus lagrimales. Todo el amor que alguna vez le tuvo a ese hombre se evaporó. El rímel le tatuaba las mejillas.
4892696556_a203fe6069_zSubimos por las escaleras de loza blanca, el edificio era sombrío, como una predestinación que me guardaba la vida. Yo llevaba una chamarra de mezclilla azul forrada de piel de borrego, puesta en mi cabeza, aplastando mis cabellos lacios de un rubio cenizo. Escuche paso detrás. Mamá me jalo del brazo, corrimos las escaleras, los descansos parecían interminables. Sólo destellos de luz se filtraban por un pequeño tragaluz antiguo, grueso vidrio de pecera, no había salida para nadie. Continuamos corriendo,mamá entonces me cargo para agilizar la huida: en ese momento no se de quien corrimos. Mamá se quitó las plataformas y arrojo los zapatos blancos por la escalera. Mi mirada vio a papá que corría detrás de nosotros.
‘’’’’’’
– ¡Es papá, mamá, espera!
– ¡Cállate! – gritó

Él nos dio alcance en uno de los descansos de aquel edificio tirado a la ruina, como su relación de pareja. La tomó con fuerza de los brazos, la sacudió, la aventó contra la pared y la cabeza de mamá rebotó contra el mosaico azul verdoso. Su rubio cabello parecía que tenía un movimiento circular en cámara lenta. Cayó al suelo, él la pateó, me le fui encima y lo pateé. Me golpeó con su antebrazo izquierdo. Caí de nalgas y lloré. Mamá gritaba pidiendo ayuda. Un hilito de sangre corría por mi nariz. Las puertas del piso de arriba se abrieron, una señora salió y pidió ayuda; él me tomo por el gorro y me llevó, gritaba algo así:
-¡Nunca volverás a verlo!
Pero qué puede uno entender, si es un niño de cinco años, ante estas particularidades. Todo fue llanto y caí en un sueño por todo lo vivido. El auto avanzaba y me alejaba de mamá, kilómetros de vida se transformaron sólo en sueños.
Sólo eso: sueños 
– Quiero que pruebes el Refractíl, es parecido al LSD, pero es una dosis menor a precio regalado.
Mi papá se llamaba Ángel. Endemoniado padre que compartía conmigo sus mundanos estados de grado cero. Sus experiencias: ése era su legado y creía que al compartirlos estaríamos unidos.
–          
Como grandes amigos – solía decir.
Yo no quería cuestionar el destino de la vida me deparaba junto a ese ser abstracto y dañado, que me arrojaba el humo de la cocaína y la marihuana al rostro cuando sólo tenía nueve años de edad. 
-Te pareces tanto a ella – decía. 
Así crecí. Cuando papá traía una puta a casa me ordenaba que durmiera en el baño. Tenía trece años en aquel tiempo. Le robaba algunos puños de mota y jalaba algunas líneas que siempre dejaba en el wáter. Decía que las contaba, pero dudo mucho que supiera contar, él se guiaba por la cantidad, no por el número. 
hqdefaultLas putas gemían y yo me masturbaba en la cocina, el baño o cualquier lugar donde pudiera espiar el cortejo fúnebre y sexual de pequeñas muertes representadas por las tragedias mundanas a las cuales estaba destinado mi padre.
Me gustaba mirar en la madrugada las luces de la ciudad. En este tiempo 
papá fayuqueaba con armas y whisky. La droga para él era una especie de recompensa por sus trabajos. Era un maldito poquitero, con la visión no más lejos que su achatada nariz. Yo lo adiaba.
Un día. Laura, una de sus mujeres que más me atraía y que el puerco de pap
á manoseaba todas las noches, se acercó a la ventana junto a mí. Olí su cigarro. El puerco de la habitación contigua dormía. Ella sólo traía una bata casi transparente encima, descalza. Encendí un cigarro y tome de mi cerveza, no dijimos nada, pero los dos sabíamos que éramos hijos dulces de la noche. Y así consecutivamente por varios meses nos vimos sin decir nada, hasta que ella rompió el silencio: sus pezones hablaban por ella. El viejo tenía pesadillas, gritaba, se revolcaba, estaba muy drogado. 
Acerque mi boca con lentitud, una luz callejera rompió las facciones de mi cara, abrí la boca y mi lengua toco sus pezones regenerados por la sangre fémina. Mi saliva inundó la bata de seda que contenía al insomnio, ésta resbalo. El suelo se contuvo para que no se perdiera en la órbita del otro espacio. Mi lengua – navaja corto acariciando el aire, cortando el vientre de magia e imaginación y supe que el tiempo te acaricia y siempre te dice adiós.
Ella era de las muchas mujeres a las cuales enterré mi esta de carne. Pero sólo a ella, en especial, le entregué lo arraigado de adentro llamado alma.
Los ronquidos del puerco entonces desaparecieron. Estrellas en torno a mi gritaban su luz interminable con puntas de daga dispuestas a ayudar a cualquier desgraciado. Las piernas féminas me apretaron por varias horas hasta quedar exhausto. Viajamos al encuentro del primer padre sobre la tierra, fornicando, preñando a la primera madre.

Desperté, porque el sol me arañaba esa mañana y mis pupilas estaban molestas. Vi el arcoíris, como cuanto todo acababa, como sensación de llenarlo todo y que todo se expanda en infinitos cosmos de luz y sangre carnal. Estaban tan feliz que quería contárselo a papa, las sabanas descubrían parte de su pelo y su pecho. Una mosca recorría el parpado entreabierto de un ojo izquierdo, pensé que seguía viajando, me acerque y lo moví. Lo descobije. Tenía una jeringa en su brazo derecho clavada, la piel amoratada. Había otra jeringa a la altura del panzón izquierdo, también amoratado. La boca del mismo color, las pupilas contraídas y las manos apretadas, frías, tiesas. Este cuerpo bofo y ñoñamente regordete, me inspiro risa.
Me senté, destape una lata, me seguía riendo al ver su grotesca expresión de vacío. El cuerpo de mi padre se pedorreaba, esto me causaba más risa y conteste con otro pedo: un flato frío por otro caliente, lo mismo da, los dos apestan.
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Laura se libró de él y ella se libró de mí ¿Ella donde se encontraba? No lo sé.
Yo en una casa con el alquiler vencido, un padre muerto por sobredosis, refrigerador repleto de cervezas y carnes frías: estas las arroje al callejón infestado por perros y gatos que se dieron un buen festín. Tome lo necesario y lo puse en una maleta. Me despedí de papá:saque una hoja de la carne y la clave con lentitud con su pupila, tome unas cuantas fotos, mandaría hacer una amplificación y enviaría unas copias a las putas que fornicaron con él, otras a la revista Life.
Cerré la puerta y caminé. La ciudad me extendía sus brazos con un sin fin de historias, calles frías, mujeres hermosas. La muchedumbre me tragó, como a un grano de arena en esta construcción sorda y de gritos que sueña en silencio.
danelarte@hotmail.com


 

De noche todos los gatos son pardos. Narrativa y portada del primer libro 2003

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Cuento de Danell Maya del libro "Cuentos  para leer en el baño" 
Editorial Anónimo Drama ediciones. México 2003. Derechos reservados

Cuento de Danell Maya del libro "cortos para ir al baño" Editorial Anonimo Drama ediciones.
México 2003. Derechos reservados.

Eran las 3 de la madrugada, tomé el teléfono y marqué a la casa de mi chica en ese entonces. Entró la llamada, el animal de plástico y lleno de cables complicados me conectaría con alguien conocido, con ese alguien al cual le conocía las entrañas. Una voz femenina habló en voz muy baja.
–          ¿Eres tú Alejandro?- Contesté que sí , Era su hermana llamada Sonia – disimula- comenzó a hablarme como su fuera una de sus amigas- Si, mañana te lo llevo al trabajo.
–          ¿De qué mierda hablaba?, no lo sé. Le seguí el juego.
–          ¿Y qué paso con Jorge? No me digas.
Otra voz se escuchó en la habitación:
–          ¿Quién es?-, preguntó. Era mi chica.
–          Es para mí-, dijo Sonia.
Se escuchó cerrarse la puerta. Me imagino que era la de su habitación.
–          Ya. Era mi hermana y luego no me gusta que ella escuche, es una chismosa. ¿Qué paso mi amor? ¿Por qué hablas tan tarde?
–          Sólo quería escucharte, saber que estabas haciendo-, dije.
–          Pensaba en ti, no podía dormir.
chicas (11)Yo continué hablando en voz baja
– Y, ¿qué pensabas de mí?
–  En lo de nosotros. Tú, yo, la relación, no sé, ese tipo de cosas.
– Yo también pensaba en ti, en tu cuerpo, en tus piernas, en tus cálidos pechos, en tu vientre…
– Estás tomando, ¿verdad?
– Un poco, sólo una cerveza, pero eso no importa, lo que importa es que aunque sea a distancia estamos juntos.
– ¿Tienes la luz apagada?-, preguntó.
– No, tengo un par de velas en un candelabro.
– Ah… ¿Y tú?- , pregunté.
luz-foco-          Tengo prendida la lámpara, hace mucho calor.
–          ¿Y qué llevas puesto?
–          Una batita transparente-
–          ¿Y de qué color?
–          Blanca.
–          ¿Y llevas ropa interior?
–          Sólo mis calzones
–          ¿Y de qué color son?
–          Igual. Blancos… de encaje.
–          Quisiera estar ahí, para olerlos y enterrar mi nariz.
–          ¿Y por qué?
–          Porque lo deseo.
–          ¿Y qué más harías si estuvieras aquí?
–          Lamería los dedos de tus pies.
–          Ah…
–          Y recorrería con mi lengua la parte trasera de tus pantorrillas.
–          Ah…
–          Subiría lentamente por tus muslos y les daría una pequeña mordida.
–          Ah- ¿y después?
–          Lambería la parte en donde nacen tus nalgas y me estacionaría ahí por algunos minutos.
–          ¿Y qué más?
masturbacion_1-          Seguiría lambiendo tu espalda y llegaría a tu nuca, bajaría por el mismo camino y a la altura de tu axila, cortaría en línea recta hasta donde nace tu seno derecho, lo lambería e inundaría con saliva tu bata, y después soplaría sobre ella justo a la altura de tus pezones.
–          ¡Ay, Alejandro me estás excitando!
–          Y tú con el aliento cortado y la boca entreabierta esperarías a que te besara, pero te quedarás con las ganas, porque mi boca está ocupada mamando de tus pechos, tan cálidos, tan duros, tan erectos; y mis manos apretarían mi cabeza obligándola a bajar hasta toparme con tu ombligo y ahí, lo lambería tuvieras un pequeño orgasmo, entonces buscaría el calor de tu vagina húmeda, haría a un lado tu calzón y lambería tu dulce herida sabor durazno…
relacion-sexual-sin-eyaculacion_reference-          ¡Ay Alejandro! Mastúrbate, pero sígueme diciendo…
Oye, nunca me habías dicho algo así.
–          ¡Shhh! Sólo piensa que estoy ahí, que tu mano es mi mano, déjame guiar las tuyas.
–          Está bien.
–          Arrancaría de un mordisco tu calzón, olería ávidamente  tu sexo  y lo tocaría apenas con la punta de mi lengua varias veces y de golpe la introduciría, saboreando tus secreciones como un animal sediento.
–          ¿Te estás tocando Ale?
–          ¿Si y tú?
–          Tengo mi dedo adentro, estoy excitada.
–          Meto otro dedo.
–           Si. ¡Ah, que rico!
–          Métemelo Ale.
–          Ya estoy en ti.
–          Sí, eso me gusta. ¡Ah, maldito!
–          Dime qué quieres que sea tu perra.
–          Eres mi puta, mi perra caliente.
–          ¡Ah, Ah! Dime más.
–          Siente mi carne erguida, maldita… ¡Perra estúpida!
–          ¡Sí, lo siento todo!
06


-          ¡Ah, vente conmigo! 
–          Sí, todo lo que quieras… pon el teléfono en tu vagina para escuchar su voz.
–          Si. ¡Ah!
De pronto todo quedó en silencio, apenas se escuchaba algo acuoso, que entraba y salía con más rapidez. Se escuchó un quejido con sonido entrecortado.
–          ¡Ah, ah, ya, ya terminé mi amor!… ¿tú también?
–          Si-, le dije, mientras seguía bebiendo mi cerveza – eso somos tú y yo, comunicación interna a través del cosmos-, estaba satisfecho de hacer 
feliz a una mujer a distancia.
–          Ay mi amor. Estoy feliz, pero tengo que dormir, ya son casi las 5 y mañana tengo que levantarme temprano… Pero te amo, mañana te hablo. Bye. Besitos. Piensa en mí. –Adiós- colgué.
¿Bye? ¿Besitos? Qué cursilería.
“Piensa en mi”, como si yo no tuviera otras cosas 
mejores en qué pensar, bueno no yo, sino también el otro imbécil llamado Alejandro que seguro estará tumbado en la cama pensando en las tetas de su amada.
Al otro día pasé por mi 
chica, fuimos a comer y en el postre me dijo:
–          Llévame a un hotel.
– Mira querida, yo invito la 
comida y tú el hotel-, dije.
– Acepto
Salimos de aquel restaurante argentino, llevaba en mi boca el sabor de un buen chimichurri. Entramos a un hotel llamado las flores, cerca de Taxqueña. La moza o encargada de aquel lugar nos dijo que estaba lleno, que si queríamos esperar, que su política era de entrada por salida y máximo eran dos horas.
–        Está bien, no hay prisa-.
Sexo_en_el_auto_MUJIMA20110225_0033_25Aparqué el coche y lo apagué, vimos desfilar un  sinfín de rostros, algunos de ellos satisfechos, otros no del todo y otros frustrados; el jefe con la secretaria, la cuarentona con un chaval de 20, los novios que era su primera vez, desde gordos lujuriosos, el chaval que se inicia con una prostituta, un par de sesentones, otros con unas vestidas, en fin, sólo faltaban los necrofílicos y que en algún minuto metieran a algún animal.
Mi chica no decía nada, yo mantenía mi mano en su pubis y ella apretaba mi órgano sexual. La regordeta encargada a lo lejos me hizo una seña, arranqué el auto y lo puse en marcha.
Mi mujer sacó el dinero de su bolso y lo puso sobre mis piernas.
Pagué, la encargada me dijo que en 5 minutos estaría lista la habitación. Mientras una mucama la aseaba.
–          Pero ya puede meter el coche al garaje-, dijo la gordita.
Lo estacioné, volví a apagar el motor, prendí la radio. Una música electrónica de under word ambientaba el momento.
Mi compañera se agachó y desabrochó mi bragueta. Sentí como su lengua caliente besaba mi carne y luego toda su boca succionaba el pequeño espacio de aire que quedaba, me relajé y eché el asiento hacia atrás. De pronto se abrió la puerta  que conducía al cuartucho, era la mucama, nos vio de reojo y salió rápidamente con ropa de cama que se hizo jirones, que vivió una historia y que esa historia esta llena de olores, palabras, secreciones, risas y confesiones, sería tirada al agua de una lavadora repleta de jabón y cloro tan solo para ser olvidada.Amantes
Le sonreí a la mucama cuando miró, ella también sonrió.
No entramos a la habitación, mi chica se quitó la ropa de arriba, dejó su brassier de encaje negro, se subió la falda, pasamos al asiento trasero: Ahí terminamos. Ver como sus ojos  se desorbitaron cuando tuvo a la muerte a su lado, cerré los míos y viajé hasta la primera concepción, el primer padre sobre la primera madre, hasta que el primer grito que irrumpió el primer silencio de la naturaleza. Regresé de mi viaje astral. Platicamos de no cuantas cosas pero recuerdo algo.
–          Sabes, ayer por la madrugada escuché que mi hermana como se masturbaba, la escuché hablar por teléfono con una de sus amigas. Creo que tiene tendencias lésbicas.
–          Tal vez-, dije.
Justo a las 8:05 pm la encargada nos tocó, dijo que el parquímetro se había agotado, así es que salimos. Una larga fila de autos seguía esperando. Ya no distinguía sus rostros, sólo eran sombras que se quedaban con las luces de mi auto. Manejé hasta su casa. Había un automóvil aparcado frente a la puerta. Ahí estaba Sonia con un tipo, supuse que era el tal Alejandro, al parecer discutían, le dije a mi chica que estaba cansado, así que nos despedimos rápidamente. Bajó y Sonia lo hizo casi al mismo tiempo, le azotó la puerta a su amante y quiso entrar rápido a la casa. Volteó a verme, la saludé desde adentro del coche, ella no respondió y las dos féminas fueron tragadas por la boca de la casa. El otro tipo arrancó violentamente su auto e hizo rechinar las llantas y siguió así delante de mí hacia el final de la calle, dobló en la esquina y desapareció. Pensé que mañana en los diarios aparecería una pequeña nota: “Hombre despechado en su locura de amor se suicida”. Qué aburrido.
Manejé hasta mi apartamento, violé la cerradura con mi llave y entré, fui directo al congelador y tomé una lata de cerveza. Me eche en el sillón y fumé un cigarro y después otra cerveza y otro cigarro y así consecutivamente tomé cerveza y fuma 14 cigarros. Ya era de madrugada, en mi desidia cogí el teléfono y marque un número. Entró la llamada y una voz baja otra vez contestó:
-¿Diga?, era mi chica. Hablé en voz baja otra vez.
– Con Sonia por favor.
¿Alejandro?- dijo mi chica
-Sí.
-Ella no quiere hablar contigo.
Se escuchó que descolgaron el otro teléfono.
–          Esta bien, ya contesté, cuelga.
Era Sonia, mi chica colgó.
dea25330eb8b8659be880d6f6a896cd6-          ¿Qué paso Alejandro, no dijiste que ya no hablarías más?
–          Lo siento
–          Pero, ¿por qué no me creíste lo que te dije?
–          Volvamos a empezar. Recuérdame todo desde  el principio.
–          ¿Para qué? Si no me crees. ¿Te estás burlando de mí? Si fuiste tú el que habló ayer, dímelo, o si no…
–          Si, era yo.
–          ¿Y entonces? ¿Por qué juegas así conmigo? ¿Te gusta verme sufrir?
–          Tal vez.
–          ¿Tal vez?
–          Idiota. Yo. No, no. Calma. Si, era yo el de ayer- hablé con mi voz normal.
–          No eres Alejandro, ¿verdad?
–          No.
–          Ya lo decía… ¿Quién eres?
–          Eso es lo que menos importa.
–          A mi si me importa, por tu culpa Alejandro me terminó. Le conté todo.
–          Él es un hombre estúpido.
–          Si no me dices quien eres voy a colgar.
–          ¿Qué llevas puesto?- pregunté.
Dudo un momento.
–          Estoy desnuda.
–          Yo también.
–          Tu voz me es conocida-, dijo.
–          ¿Crees? Dejémonos de santurronerías- dije -Tú lo disfrutaste tanto como yo. Pero pensabas en él. Lo mismo daría si fuera otro.
No niegues que cuando cierras los ojos, cuando estás con él, piensas en otro, cualquier otro- se quedó callada
– Responde, dije.
– A veces.
–          Y lo disfrutas más. Es cuando llega tu orgasmo, te mueres lentamente.
–          ¿Quieres hacerlo otra vez?-, pregunto.
–          Sí-, contesté.
Así que las cosas dejaron de ser complicadas y nos dimos a la tarea de calentar los cables de cobre con palabras llenas de deseo, lujuria, amor pasajero. Esta vez sí me masturbé, tomé papel higiénico y me limpié. Casi la sentí a mi lado, escuché como ella llegaba a conectarse conmigo.
–          Quiero verte- , dijo
–          Yo también.
–          Mañana a las 4.
–          Bien.
–          En la parada del autobús sur 10. Sé puntual.
–          Está bien-, colgué.
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Dormí plácidamente esa noche sin pensar en nada, mañana sería otro día. Yo estaría ahí a la hora citada y si ella iba o no, ese ya sería otro cuento, así que es por lo pronto ella estaba satisfecha y yo también, aunque sólo fuese una alegría pasajera, pues la vida se llena de esos pequeños momentos.

danelarte@hotmail.com