viernes, 22 de noviembre de 2024

 Danell Maya (Actor y escritor) Presenta su nuevo libro PORNOTOPÍA (Poesía libre) en la >Librería JORGE CUESTA. EN CDMX. sábado 23 Nov, 2024. 7 pm calle Liverpool No. 12 Colonia Juárez. a 6 calles de la glorieta de insurgentes.

brindis de honor y firma de ejemplares. agradecimientos a librerías JORGE CUESTA, EL HALLAZGO, Y NIÑA OSCURA. Y A MAXIMINO RAMOS POR SU APOYO.




 

lunes, 30 de marzo de 2020

-De noche todos los gatos son pardos- Narrativa


-DE NOCHE TODOS LOS GATOS SON PARDOS-


     Eran las tres de la madrugada, tomé el teléfono y marqué a la casa de mi chica en ese entonces. Entró la llamada, el animal de plástico y lleno de cables complicados me conectaría con alguien conocido, con ese alguien al cual le conocía las entrañas. Una voz femenina habló en voz muy baja.
– ¿Eres tú Alejandro? - Contesté que sí, Era su hermana llamada Sonia – disimula- comenzó a hablarme como su fuera una de sus amigas- Si, mañana te lo llevo al trabajo.
- ¿De qué mierda hablaba?, no lo sé. Le seguí el juego.
– ¿Y qué pasó con Jorge? No me digas.
Otra voz se escuchó en la habitación:
– ¿Quién es? -, preguntó. Era mi chica
-Es para mí-, dijo Sonia.
Se escuchó cerrarse la puerta. Me imagino que era la de su habitación.
-Ya. Era mi hermana y luego no me gusta que ella escuche, es una chismosa. ¿Qué paso mi amor? ¿Por qué hablas tan tarde?
– Sólo quería escucharte, saber que estabas haciendo-, dije.
– Pensaba en ti, no podía dormir.
Yo continué hablando en voz baja
– Y, ¿qué pensabas de mí?
  En lo de nosotros. Tú, yo, la relación, no sé, ese tipo de cosas.
– Yo también pensaba en ti, en tu cuerpo, en tus piernas, en tus cálidos pechos, en tu vientre…
– Estás tomando, ¿verdad?
– Un poco, sólo una cerveza, pero eso no importa, lo que importa es que, aunque sea a distancia estamos juntos.
– ¿Tienes la luz apagada? - preguntó.
– No, tengo un par de velas en un candelabro.
– Ah… ¿Y tú? - pregunté.
- Tengo prendida la lámpara, hace mucho calor.
– ¿Y qué llevas puesto?
– Una batita transparente-
– ¿Y de qué color?
– Blanca.
– ¿Y llevas ropa interior?
– Sólo mis calzones
– ¿Y de qué color son?
– Igual. Blancos… de encaje.
– Quisiera estar ahí, para olerlos y enterrar mi nariz.
– ¿Y por qué?
– Porque lo deseo.
– ¿Y qué más harías si estuvieras aquí?
– Lamería los dedos de tus pies.
– Ah…
– Y recorrería con mi lengua la parte trasera de tus pantorrillas.
– Ah…
– Subiría lentamente por tus muslos y les daría una pequeña mordida.
– Ah- ¿y después?
-Lamería la parte en donde nacen tus nalgas y me estacionaria ahí por algunos minutos.
– ¿Y qué más?
-Seguiría lambiendo tu espalda y llegaría a tu nuca, bajaría por el mismo camino y a la altura de tu axila, cortaría en línea recta hasta donde nace tu seno derecho, lo lambería e inundaría con saliva tu bata, y después soplaría sobre ella justo a la altura de tus pezones.
– ¡Ay, Alejandro me estás excitando!
– Y tú con el aliento cortado y la boca entreabierta esperarías a que te besara, pero te quedarás con las ganas, porque mi boca está ocupada mamando de tus pechos, tan cálidos, tan duros, tan erectos; y mis manos apretarían mi cabeza obligándola a bajar hasta toparme con tu ombligo y ahí, lo lamería tuvieras un pequeño orgasmo, entonces buscaría el calor de tu vagina húmeda, haría a un lado tu calzón y lambería tu dulce herida sabor durazno…
- ¡Ay Alejandro! Mastúrbate, pero sígueme diciendo… Oye, nunca me habías dicho algo así.
–¡Shhh! Sólo piensa que estoy ahí, que tu mano es mi mano, déjame guiar las tuyas.
–Está bien.
–Arrancaría de un mordisco tu calzón, olería ávidamente tu sexo y lo tocaría apenas con la punta de mi lengua varias veces y de golpe la introduciría, saboreando tus secreciones como un animal sediento.
– ¿Te estás tocando Ale?
– ¿ y tú?
–Tengo mi dedo adentro, estoy excitada.
– Meto otro dedo.
– Si. ¡Ah, que rico!
Metemelo Ale.
-Ya estoy en ti.
– Sí, eso me gusta. ¡Ah, maldito! Dime qué quieres que sea tu perra.
– Eres mi puta, mi perra caliente.
– ¡Ah, Ah! Dime más.
– Siente mi carne erguida, maldita… ¡Perra estúpida!
– ¡Sí, lo siento todo! ¡Ah, vente conmigo!
– Sí, todo lo que quieras… pon el teléfono en tu vagina para escuchar su voz.
– Si. ¡Ah!
De pronto todo quedó en silencio, apenas se escuchaba algo acuoso, que entraba y salía con más rapidez. Se escuchó un quejido con sonido entrecortado.
– ¡Ah, ah, ya, ya terminé mi amor!… ¿tú también?
-Si-, le dije, mientras seguía bebiendo mi cerveza – eso somos tú y yo, comunicación interna a través del cosmos-, estaba satisfecho de hacer feliz a una mujer a distancia.
– Ay mi amor. Estoy feliz, pero tengo que dormir, ya son casi las 5 y tengo que levantarme temprano… Pero te amo, mañana te hablo. Bye. Besitos. Piensa en mí. –Adiós- colgué.
¿Bye? ¿Besitos? Qué cursilería. “Piensa en mí”, como si yo no tuviera otras cosas mejores en qué pensar, bueno no yo, sino también el otro imbécil llamado Alejandro que seguro estará tumbado en la cama pensando en las tetas de su amada.
Al otro día pasé por mi chica, fuimos a comer y en el postre me dijo:
– Llévame a un hotel.
– Mira querida, yo invito la comida y tú el hotel-, dije.
– Acepto
Salimos de aquel restaurante argentino, llevaba en mi boca el sabor de un buen chimichurri. Entramos a un hotel llamado las flores, cerca de Taxqueña. La moza o encargada de aquel lugar nos dijo que estaba lleno, que, si queríamos esperar, que su política era de entrada por salida y máximo eran dos horas.
– Está bien, no hay prisa-.
Aparqué el coche y lo apague, vimos desfilar un sin fin de rostros, algunos de ellos satisfechos, otros no del todo y otros frustrados; el jefe con la secretaria, la cuarentona con un chaval de 20, los novios que era su primera vez, dos gordos lujuriosos, el chaval que se inicia con una prostituta, un par de sesentones, otros con unas vestidas, en fin, sólo faltaban los necrofílicos y que en algún minuto metieran a algún animal.
Mi chica no decía nada, yo mantenía mi mano en su pubis y ella apretaba mi órgano sexual. La regordeta encargada a lo lejos me hizo una seña, arranqué el auto y lo puse en marcha.
Mi mujer sacó el dinero de su bolso y lo puso sobre mis piernas.
Pagué, la encargada me dijo que en 5 minutos estaría lista la habitación. Mientras una mucama la aseaba.
– Pero ya puede meter el coche al garaje-, dijo la gordita.
Lo estacioné, volví a apagar el motor, prendí la radio. Una música electrónica de Underworld ambientaba el momento.
Mi compañera se agachó y desabrochó mi bragueta. Sentí como su lengua caliente besaba mi carne y luego toda su boca succionaba el pequeño espacio de aire que quedaba, me relajé y eché el asiento hacia atrás. De pronto se abrió la puerta que conducía al cuartucho, era la mucama, nos vio de reojo y salió rápidamente con ropa de cama que se hizo jirones, que vivió una historia y que esa historia está llena de olores, palabras, secreciones, risas y confesiones, sería tirada al agua de una lavadora repleta de jabón y cloro tan solo para ser olvidada.
Le sonreí a la mucama cuando miró, ella también sonrió.
No entramos a la habitación, mi chica se quitó la ropa de arriba, dejó su brassier de encaje negro, se subió la falda, pasamos al asiento trasero: Ahí terminamos. Ver como sus ojos se desorbitaron cuando tuvo a la pequeña muerte a su lado, cerré los míos y viajé hasta la primera concepción, el primer padre sobre la primera madre, hasta que el primer grito que irrumpió el primer silencio de la naturaleza. Regresé de mi viaje astral. Platicamos de no cuantas cosas, pero recuerdo algo.
– Sabes, ayer por la madrugada escuché que mi hermana como se masturbaba, la escuché hablar por teléfono con una de sus amigas. Creo que tiene tendencias lésbicas.
– Tal vez-, dije.
Justo a las 8:05 pm la encargada nos tocó, dijo que el parquímetro se había agotado, así es que salimos. Una larga fila de autos seguía esperando. Ya no distinguía sus rostros, sólo eran sombras que se quedaban con las luces de mi auto. Manejé hasta su casa. Había un automóvil aparcado frente a la puerta. Ahí estaba Sonia con un tipo, supuse que era el tal Alejandro, al parecer discutían, le dije a mi chica que estaba cansado, así que nos despedimos rápidamente. Bajó y Sonia lo hizo casi al mismo tiempo, le azotó la puerta a su amante y quiso entrar rápido a la casa. Volteó a verme, la saludé desde adentro del coche, ella no respondió y las dos féminas fueron tragadas por la boca de la casa. El otro tipo arrancó violentamente su auto e hizo rechinar las llantas y siguió así delante de mí hacia el final de la calle, dobló en la esquina y desapareció. Pensé que mañana en los diarios aparecería una pequeña nota: “Hombre despechado en su locura de amor se suicida”. Qué aburrido.
Manejé hasta mi apartamento, violé la cerradura con mi llave y entré, fui directo al congelador y tomé una lata de cerveza. Me eché en el sillón y fumé un cigarro y después otra cerveza y otro cigarro y así consecutivamente tomé cerveza y fuma 14 cigarros. Ya era de madrugada, en mi desidia cogí el teléfono y marqué un número. Entró la llamada y una voz baja otra vez contestó:
- ¿Diga?, era mi chica. Hablé en voz baja otra vez.
– Con Sonia por favor.
- ¿Alejandro? - dijo mi chica
-Sí.
-Ella no quiere hablar contigo.
Se escuchó que descolgaron el otro teléfono.
– Esta bien, ya contesté, cuelga.
Era Sonia, mi chica colgó.
- ¿Qué paso Alejandro, no dijiste que ya no hablarías más?
– Lo siento
– Pero, ¿por qué no me creíste lo que te dije?
  Volvamos a empezar. Recuérdame todo desde el principio.
– ¿Para qué? Si no me crees. ¿Te estás burlando de mí? Si fuiste tú el que habló ayer, dímelo, o si no…
– Si, era yo.
– ¿Y entonces? ¿Por qué juegas así conmigo? ¿Te gusta verme sufrir?
-Tal vez.
– ¿Tal vez?
  Idiota. Yo. No, no. Calma. Si, era yo el de ayer- hablé con mi voz normal.
– No eres Alejandro, ¿verdad?
– No.
– Ya lo decía… ¿Quién eres?
-Eso es lo que menos importa.
– A mi si me importa, por tu culpa Alejandro me terminó. Le conté todo.
– Él es un hombre estúpido.
– Si no me dices quién eres voy a colgar.
– ¿Qué llevas puesto? - pregunté.
Dudo un momento.
– Estoy desnuda.
– Yo también.
– Tu voz me es conocida-, dijo.
– ¿Crees? Dejémonos de santurronerías- dije -Tú lo disfrutaste tanto como yo. Pero pensabas en él. Lo mismo daría si fuera otro.
No niegues que cuando cierras los ojos, cuando estás con él, piensas en otro, cualquier otro- se quedó callada
– Responde, dije.
– A veces.
– Y lo disfrutas más. Es cuando llega tu orgasmo, te mueres lentamente.
– ¿Quieres hacerlo otra vez? - pregunto.
– Sí-, contesté.
Así que las cosas dejaron de ser complicadas y nos dimos a la tarea de calentar los cables de cobre con palabras llenas de deseo, lujuria, amor pasajero. Esta vez sí me masturbé, tomé papel higiénico y me limpié. Casi la sentí a mi lado, escuché como ella llegaba a conectarse conmigo.
– Quiero verte- dijo
– Yo también.
– Mañana a las 4.
– Bien.
– En la parada del autobús sur 10. Sé puntual.
– Está bien-, colgué.
Dormí plácidamente esa noche sin pensar en nada, mañana sería otro día. Yo estaría ahí a la hora citada y si ella iba o no, ese ya sería otro cuento, así que es por lo pronto ella estaba satisfecha y yo también, aunque sólo fuese una alegría pasajera, pues la vida se llena de esos pequeños momentos.




-PAPÁ ERA UN YONQUI- Narrativa


-PAPÁ ERA UN YONQUI-


     Sólo recuerdo dos momentos nítidos de mi infancia con mis padres, el primero: cuando vivían juntos. Ese día, me encontraba en la cama de ellos comiendo pastel que mamá había horneado, en frente había un ropero rosado de un pálido mortuorio con un patético estampado de osos azul cielo. El plato de loza blanca que sostenían mis pequeñas manos se humedecía junto con el pan con mis lágrimas, la impotencia me la tragaba con un sabor vainilla amarga. El piso era de un rojo desgastado y estaba frío, la luz amarillenta de una lámpara con excremento de una mosca alumbraba aquella escena casera de los años setenta. Aún oigo los gritos de mamá cuando papá la golpeaba con rudeza.
El otro momento que conservó cuando mamá caminaba por las calles del centro, llevándome con paso acelerado por está. La ciudad contenía un tiempo marcado por la prisa. Entramos a un pasillo de un edificio cualquiera, supongo que era el de un bufete de abogados para seguir con el primer paso del divorcio, yo soló entendía que la vida de mamá se había vuelto infernal, casi sin salida, porque ella lloraba constantemente. Ese día en particular recuerdo su rostro blanco y perfecto por el cual las gotas saladas escapaban de sus lagrimales. Todo el amor que alguna vez le tuvo a ese hombre se evaporó. El rímel le tatuaba las mejillas.
Subimos por las escaleras de loza blanca, el edificio era sombrío, como una predestinación que me guardaba la vida. Yo llevaba una chamarra de mezclilla azul forrada de piel de borrego, puesta en mi cabeza, aplastando mis cabellos lacios de un rubio cenizo. Escuche paso detrás. Mamá me jalo del brazo, corrimos las escaleras, los descansos parecían interminables. Sólo destellos de luz se filtraban por un pequeño tragaluz antiguo, grueso vidrio de pecera, no había salida para nadie. Continuamos corriendo, mamá entonces me cargo para agilizar la huida: en ese momento no se de quien corrimos. Mamá se quitó las plataformas y arrojo los zapatos blancos por la escalera. Mi mirada vio a papá que corría detrás de nosotros.
- ¡Es papá, mamá, espera!
- ¡Cállate! – gritó
Él nos dio alcance en uno de los descansos de aquel edificio tirado a la ruina, como su relación de pareja. La tomó con fuerza de los brazos, la sacudió, la aventó contra la pared y la cabeza de mamá rebotó contra el mosaico azul verdoso. Su rubio cabello parecía que tenía un movimiento circular en cámara lenta. Cayó al suelo, él la pateó, me le fui encima y lo pateé. Me golpeó con su antebrazo izquierdo. Caí de nalgas y lloré. Mamá gritaba pidiendo ayuda. Un hilito de sangre corría por mi nariz. Las puertas del piso de arriba se abrieron, una señora salió y pidió ayuda; él me tomo por el gorro y me llevó, gritaba algo así:
-¡Nunca volverás a verlo!
Pero qué puede uno entender, si es un niño de cinco años, ante estas particularidades. Todo fue llanto y caí en un sueño por todo lo vivido. El auto avanzaba y me alejaba de mamá, kilómetros de vida se transformaron sólo en sueños.
Sólo eso: sueños 
- Quiero que pruebes el Refractil, es parecido al LSD, pero es una dosis menor a precio regalado.
Mi papá se llamaba Ángel. Endemoniado padre que compartía conmigo sus mundanos estados de grado cero. Sus experiencias: ése era su legado y creía que al compartirlos estaríamos unidos.
-Como grandes amigos – solía decir.
Yo no quería cuestionar el destino de la vida me deparaba junto a ese ser abstracto y dañado, que me arrojaba el humo de la cocaína y la marihuana al rostro cuando sólo tenía nueve años de edad.
-Te pareces tanto a ella – decía.
Así crecí. Cuando papá traía una puta a casa me ordenaba que durmiera en el baño. Tenía trece años en aquel tiempo. Le robaba algunos puños de mota y jalaba algunas líneas que siempre dejaba en el water. Decía que las contaba, pero dudo mucho que supiera contar, él se guiaba por la cantidad, no por el número.
Las putas gemían y yo me masturbaba en la cocina, el baño o cualquier lugar donde pudiera espiar el cortejo fúnebre y sexual de pequeñas muertes representadas por las tragedias mundanas a las cuales estaba destinado mi padre.
Me gustaba mirar en la madrugada las luces de la ciudad. En este tiempo papá fayuqueaba con armas y whisky. La droga para él era una especie de recompensa por sus trabajos. Era un maldito poquitero, con la visión no más lejos que su achatada nariz. Yo lo adiaba.
Un día. Laura, una de sus mujeres que más me atraía y que el puerco de papá manoseaba todas las noches, se acercó a la ventana junto a mí. Olí su cigarro. El puerco de la habitación contigua dormía. Ella sólo traía una bata casi transparente encima, descalza. Encendí un cigarro y tomé de mi cerveza, no dijimos nada, pero los dos sabíamos que éramos hijos dulces de la noche. Y así consecutivamente por varios meses nos vimos sin decir nada, hasta que ella rompió el silencio: sus pezones hablaban por ella. El viejo tenía pesadillas, gritaba, se revolcaba, estaba muy drogado.
Acerqué mi boca con lentitud, una luz callejera rompió las facciones de mi cara, abrí la boca y mi lengua toco sus pezones regenerados por la sangre fémina. Mi saliva inundó la bata de seda que contenía al insomnio, ésta resbaló. El suelo se contuvo para que no se perdiera en la órbita del otro espacio. Mi lengua – navaja- corto acariciando el aire, cortando el vientre de magia e imaginación y supe que el tiempo te acaricia y siempre te dice adiós.
Ella era de las muchas mujeres a las cuales enterré mi esta de carne. Pero sólo a ella, en especial, le entregué lo arraigado de adentro llamado alma.
Los ronquidos del puerco entonces desaparecieron. Estrellas en torno a mi gritaban su luz interminable con puntas de daga dispuestas a ayudar a cualquier desgraciado. Las piernas féminas me apretaron por varias horas hasta quedar exhausto. Viajamos al encuentro del primer padre sobre la tierra, fornicando, preñando a la primera madre.
Desperté, porque el sol me arañaba esa mañana y mis pupilas estaban molestas. Vi el arcoíris, como cuanto todo acababa, como sensación de llenarlo todo y que todo se expanda en infinitos cosmos de luz y sangre carnal.  Estaban tan feliz que quería contárselo a papá, las sábanas descubrían parte de su pelo y su pecho.  Una mosca recorría el párpado entreabierto de un ojo izquierdo, pensé que seguía viajando, me acerqué y lo moví. Lo descobije. Tenía una jeringa en su brazo derecho clavada, la piel amoratada. Había otra jeringa a la altura del panzón izquierdo, también amoratado. La boca del mismo color, las pupilas contraídas y las manos apretadas, frías, tiesas. Este cuerpo bofo y ñoñamente regordete, me inspiro risa.
Me senté, destapé una lata, me seguía riendo al ver su grotesca expresión de vacío. El cuerpo de mi padre se pedorreaba, esto me causaba más risa y conteste con otro pedo: un flato frío por otro caliente, lo mismo da, los dos apestan.
Laura se libró de él y ella se libró de mí ¿Ella donde se encontraba? No lo sé.
Yo en una casa con el alquiler vencido, un padre muerto por sobredosis, refrigerador repleto de cervezas y carnes frías: estas las arroje al callejón infestado por perros y gatos que se dieron un buen festín. Tomé lo necesario y lo puse en una maleta. Me despedí de papá: saqué una hoja de la carne y la clave con lentitud con su pupila, tome unas cuantas fotos, mandaría hacer una amplificación y enviaría unas copias a las putas que fornicaron con él, otras a la revista Life.
Cerré la puerta y caminé. La ciudad me extendía sus brazos con un sin fin de historias, calles frías, mujeres hermosas. La muchedumbre me tragó, como a un grano de arena en esta construcción sorda y de gritos que sueña en silencio.














domingo, 29 de marzo de 2020

Presentación del libro CORTOS PARA IR AL BAÑO librería Jorge Cuesta 2019, presentación de Fidel Monroy y Danell Maya. Agradecimientos a Maximino Ramos y Thisha Anahid Guerra.
https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=1509779749165264&id=100003997612406

-IMPROVISANDO EL FUTURO- Narrativa


-IMPROVISANDO EL FUTURO-


     Elvira se quedó estética, los ojos en introspección, abiertos, sin parpadeo, parecía no tener Vida, la mente poco a poco la fue llevando hacia la anhelada niñez, 7 años de regreso, 5 de enero día de reyes, el día esperado por espacio de un año esa noche casi no pudo dormir. Y los pocos sueños que tuvo no los recordé porque un sobresalto la desperté y bajo corriendo las escaleras de la casa hasta llegar a la sala donde se encontraba el árbol Navideñito. Ahí debajo de las ramas se asomaba una caja forrada con un moño rojo y una pequeña nota que contenía su nombre, se apresuró arrancando el papel Vistoso rojizo y encontró un modelo Barbi con dos cambios de ropa y un par de pelucas una castaña y la otra pelirroja, que felicidad más grande el olor de un muñeco nuevo.
Un grito la volvió lentamente en sí. la mano derecha sostenía un revolver 38 súper aún caliente, abrió los ojos y su madre contenía el cuerpo de un hombre algo pasado de peso, ensangrentado una bala certera en el corazón le quitó la vida. Elvira se asustó y hecho a correr, abrió la puerta de salida bajo los cuatro pisos a pasos agigantados en el segundo descanso del edificio tropezó y soltó la pistola que cayó hasta el fondo de aquella construcción fría, la pistola volvió a dispararse; el tiro se incrusto en la mirilla de la puerta 101, y se acento justo en el ojo de una anciana que espiaba por la mirilla, debido a todo el caos que se cernía sabre aquel espacio: Elvira tomo de nueva cuenta la compostura siguió caminando, recogió el revólver y lo apunto hacia el portero que alarmado se desplomo de rodillas tapándose la cara. Ella de nueva cuenta se encontraba en la calle, porque la Vida le destino en sólo unos instantes al horror.
 Subió a un autobús, pago, el conductor no le prestó atención, ella camino hasta su asiento vacío y lo ocupo, el camión tomaba velocidad y los anuncios luminosos pasaban tan rápido como aquel suceso que había cambiado su Vida tan drásticamente. Entrences ella recordó, entro a la recamara de sus progenitores, buscaba un labial que le gustaba perteneciente a su madre, Ricardo su padre, entro en el cuarto, ella se alarmo porque Ricardo la rodeaba con una sonrisa cínica. La tomo de los hombros y acaricio uno de sus pequeñitos senos, Elvira se quedó estática, no sabía que hacer come antes, el anteriormente la había manoseado y desde entonces no conciliaba el sueño, se encerraba en la habitación, ponía el buró atrancando la puerta, pero eso no había sido suficiente, la fuerza de aquel puerco solo era comparada con su deseo.
Ella se lo comento un par de ocasiones a Verónica su madre, pero esta la tiro de loca.
Ricardo antes de  recibir aquel disparo de muerte la había escuchado caminando del baño hacia la recamara ella se había puesto sólo su pequeño vestido rosado y sus sandalias, él  la observó desde las escaleras, no dejo pasar ningún movimiento , las caderas de Elvira ondularon por el pasillo, fue entonces  cuando el decidió subir y poseerla, forcejeos, Ricardo le tapó la boca y beso el cuello y el sexo aún virgen, la recargo contra la almohada, Elvira sentía las barbas de su padre recorrerle la entre pierna y el bello del sexo, sintió  algo duro tras su nuca, el cañón del revolver se asomaba, sin dudarlo lo tomo con la diestra y lo golpeo en la ceja él gritó, se levantó y blasfemando enloquecido se le fue encima, el dedo índice de Elvira acaricio el frío metal del gatillo y detono el arma, el puerco cayo de espaldas junto a la pared.
Verónica escucho una explosión desde el patio trasero y corrió para ver lo que sucedía, subió las escaleras y vio a Ricardo convulsionándose, aguantando como un toro de ‘lidia después de haber sido tocado por el acero del matador expulsando la sangre por la cavidad del hocico.
El autobús arribo a la terminal, Elvira bajo el llanto nunca la invadió, nadie más la tocaría sin que ella lo deseare, trece años y aun virgen.
Valentín asaltaba una licorería, jovenzuelo delgado gallardo de 15 años, tomo el efectivo de la caja, el encargado lo miraba con odio impotente el mozuelo tuna la sartén por el mango, salió apuntando la escuadra calibre 22 al rastro del empleado, bajo los escalones y hecho a correr, mientras se alejaba, la alarma sonaba quebrando el ruido citadino, dio vuelta en un callejón y se topó de frente a Elvira que caminaba por en medio del pavimento, se detuvo avanzo con precaución, Elvira sostuvo el revolver con la mano derecha le apunto a Valentín que levanto las manos Elvira dijo: No te acerques
-Tranquila no voy a hacerte daño
No te acerques- grito con furia Elvira.
El bajo las manos y le parecía ver un rostro conocido, si era Elvira, una conocida de menor grado escolar.
-Soy yo Elvira, Valentín, El chico de tercer grado.
Elvira dudo, pero conforme se acercó confirmo que en verdad era él, aquel chico provinciano que alguna vez le pregono su amor y que ella lo había rechazado por estereotipos morales, ya que él tenía la piel oscura.
Bajo el arma. Él se encamino hacia ella Elvira por primera vez se sentía protegida, los dos estaban en problemas, pero ninguno dijo nada Valentín abrió la puerta de un coche aparcado en la avenida, rompió el seguro del volante de aquel Ford Fairmont color rojo con rines deportivos y junto los cables y acelero en sentido contrario de las patrullas que aparcaban junto al establecimiento asaltado. Mientras se alejaban, e] encargado de la tienda daba las señas particulares del asaltante y por la banda civil de las patrullas daban también las señas particulares de Elvira.
El automóvil se alejaba de aquel poblado, ellos no decían nada casi inmóvil Elvira rompió el silencio poniendo un casete insertándolo en el auto estéreo. Una canción de Ross Williams sonó por las bocinas, ella acerco lentamente su mano y la deposito junto a la de Valentín, la acaricio y recibió a cambio un fuerte apretón delicado de camaradería, no se voltearon a ver, pero los dos mantenían su vista al frente hacia un futuro incierto destinado para ambos.






Sinopsis del escritor y actor Danell Maya






      Danell Maya. Actor, escritor y director. Egresado de la 
facultad de Filosofía y letras en la carrera de Literatura Dramática y teatro UNAM 1995-1998. Miembro del taller de investigación teatral (T.I.T 2000-2002) Pedagogo teatral por el CITRU E INBA. Publican algunas de sus letras en www.whiskyenlasrocas.com y www.letrasdeutopíasnegras.com Esta es la segunda edición de su primera obra publicada. Están en camino “Historias para borrachos y mujeres solas” Narrativa y “Destilado poético de parásitos” Poesía. En su dramaturgia resalta “el sueño de un perdedor” 2009 teatro la capilla.

Esta segunda edición cuenta con tres nuevas historias*

El baño es un ámbito de intimidad, de exploración, de desnudez, de confesión, de vicios ocultos, del acicalamiento y la mierda, de fantasías… y de la lectura en solitario.
los sentidos son tocados por la rudeza de sus creaciones. Erotismo, violencia, cursilería, muerte.  Ellos son su cuarto de azotea, la tienda de la esquina, la cabina del Peep Show, o la carretera por la noche; ellos son la mano que se desliza hacia el sexo, o el cadáver que se degüella porque dejó de ser divertido y su silencio hastía.
Personajes que declaran:
“ Hicimos todo lo que teníamos que hacer: el tedio infinito juntos, el cansancio, la duda, el fastidio mutuo, la cólera Y el dolor como medicina: El cáncer amargo de nuestra relación como única dosís cotidiana. Estar en el extremo siempre, sabiendo que no siempre será así”.
Hagamos votos, porque la perplejidad que nos suscita, la política cultural de los círculos de poder, la podamos seguir combatiendo con los productos de la inteligencia y la creación.

 Fidel Monroy Bautista. Catedrático teatral.